sábado, 12 de septiembre de 2015

TÉCNICAS DE CONTEO.


Técnicas de conteo: La composición Como se indicó antes el proceso de la composición se da unido a la evolución de los esquemas de conteo. Esto es, las distintas estrategias a través de las cuales el niño soluciona las tareas de composición están determinadas por el nivel de abstracción que él haya alcanzado en los esquemas de conteo. Así se pueden distinguir las siguientes estrategias básicas de conteo en este tipo de actividades:
Conteo uno a uno: en esta estrategia el niño, ante la exigencia de totalizar dos cantidades dadas, cuenta uno a uno los elementos de ambas colecciones, determinando que la última palabra número pronunciada es el resultado de la totalización pedida. Podría decirse que el niño que realiza este tipo de estrategia está en una etapa en la que no logra representarse una cantidad como un todo a partir del cual se puede reiniciar un nuevo conteo. Por esta razón para hallar el total debe contar uno a uno ambas cantidades.
Completar a partir de una de las cantidades dadas: en esta estrategia el niño toma como base una de las cantidades dadas y realiza un conteo completando la segunda cantidad a partir de la primera. Este conteo completando exige al niño el realizar un doble conteo: uno que le permitirá determinar el resultado final y el otro, que le dice cuando parar el primer conteo. Así por ejemplo, para determinar cuánto se completa al juntar dos colecciones de 4 y 5 caramelos el niño puede completar un conteo de cinco unidades a partir de 4, diciendo por ejemplo 5, 6, 7, 8, 9, en cuyo caso 5 significa uno más, 6 dos más, 7 tres más, 8 cuatro más y 9 cinco más, y por lo tanto 9 es el resultado.
Como puede notarse en el gráfico, el niño parará de contar cuando haya completado cinco ítems en el conteo 2. Ahora bien, según como se realice el segundo conteo se pueden tener diferentes niveles de abstracción, que van desde la necesidad de tener los cinco objetos para contarlos (conteo perceptual), pasando por la posibilidad de representarlos figuralmente, hasta que pueda ser llevado en la mente como ítems de conteo abstracto.
Totalización sin realizar el conteo: en este caso el niño logra realizar la totalización sin necesidad de recurrir al conteo. Esto quiere decir que el niño ya ha interiorizado dicha descomposición como un hecho numérico, al cual puede recurrir cada vez que lo necesite.
 Es de destacar que las anteriores estrategias no representan una estructuración jerárquica y creciente en el proceso de abstracción de la composición, sino que el niño, en función del contexto de la tarea, y del rango numérico de la misma, desarrollará una u otra. Esto es, se pueden encontrar niños que frente a una tarea procedan de una determinada forma, y en otra tarea lo hagan desarrollando estrategias de otro orden.
Técnicas de conteo: La descomposición
En la medida que el niño avanza en el trabajo de la composición, se le deben proponer actividades tendientes a la descomposición, la cual es su operación inversa. Por tal razón si la composición genera la suma, esta generará la resta.
La descomposición se da en actividades en las cuales a partir de una cantidad dada se deben hallar dos o más cantidades (no necesariamente iguales) tales que al juntarlas completen la cantidad dada. La descomposición se basa en la composición, y en la medida que el alumno construye estrategias para la composición de dos cantidades, también podrá desarrollar estrategias para la realización de la descomposición. 
Para que desde la descomposición se pueda generar la resta, se debe proponer actividades en las cuales el niño dada una cantidad y una de las partes deba hallar el otro, o actividades de sustraer una cantidad de otra. Las estrategias que el niño desarrolla para solucionar estas tareas son similares a las descritas anteriormente para la composición, en tanto que pueden ser de tipo perceptual, cuando el niño necesita de realizar la actividad física, de realizar la sustracción o el completar. En el caso de que el niño se pueda representar las cantidades a operar, puede ser que la tarea sea solucionada a partir de completar, en cuyo caso se trata de una composición, o puede ser que se realice la sustracción a través de un conteo descendente que determina el resultado final y un conteo ascendente interno que determina cuándo parar el conteo descendente. Por último, puede ser que el niño realice la operación sin necesidad de recurrir al conteo.
La descomposición es una herramienta muy útil cuando el niño se ve enfrentado a realizar la suma de dos o más cantidades. Por ejemplo para sumar 4 y 3 puede descomponer el 4 en 3 y 1, por lo que su suma se transforma en 3 + 3 + 1, la cual es más fácil de realizar. Igualmente sucede si se trata de cantidades de rangos más altos. En estos casos la herramienta economiza cálculos.


PRINCIPIOS DEL CONTEO

Principio de la correspondencia uno a uno
 La correspondencia uno a uno consiste en la asignación de una sola etiqueta o rótulo verbal a cada ítem de la colección. De esta manera, para contar la totalidad de sus elementos, es necesario que a cada uno de ellos se le asigne una sola palabra de la secuencia numérica convencional. Según los autores, así se establece la correspondencia término a término entre la serie ordenada de los números naturales y un conjunto determinado de elementos que forman una colección.
 Principio del orden estable
 A través de los ensayos de conteo las etiquetas o rótulos verbales deben ordenarse en la misma secuencia, es decir, el orden de las palabras dichas ha de ser el mismo y no se puede alterar. Es necesario que los niños aprendan la secuencia verbal de los números que ha sido convencionalizada por nuestra comunidad matemática y no modificarla a lo largo de las diferentes ensayos de conteo. Inicialmente las secuencias que el niño utiliza son aleatorias y poco a poco, con una práctica que requiere memorización y experiencias diversas, va aprendiendo la secuencia estandarizada, hasta que se vuelva fija e inmodificable.
 Principio de la irrelevancia del orden
 El orden que el niño utilice para contar los elementos de una colección no importa, es decir que los objetos pueden rotularse siguiendo cualquier orden, en tanto los otros principios del conteo no se violen. De esta manera cualquiera que sea el recorrido que el niño realice para contar, por donde se empiece o se termine, siempre obtendrá la misma cantidad.
Principio de abstracción
 Este principio le permite al niño saber que cualquier clase de objetos se puede juntar con el fin de contarlos. En un sentido más amplio “todo se puede contar”, y los niños utilizan criterios para organizar por si mismos los objetos en colecciones de objetos enumerables, es decir suceptibles de ser contados. Esta es la propiedad de selectividad que tienen las colecciones en general.
Principio de la cardinalidad
 La última etiquela o rótulo verbal utilizado en la secuencia durante el conteo, es el símbolo de ítems en la colección. Según los autores, cuando un niño ha terminado de contar y se le pregunta: “Cuántos hay?”, la respuesta a éste interrogante es una palabra-número con doble significado:
  Representa el nombre dado al último objeto contado.
 Nos informa sobre la cantidad de objetos que fueron contados.
 Una de las tesis sobre el desarrollo numérico temprano, en que Piaget y Gelman difieren, es con relación es a la comprensión que el niño tiene de las correspondencias uno a uno. Piaget, se centra en la compresión del niño, de la correspondencia uno a uno como una manera de evaluar la equivalencia numérica de las colecciones. Concluye que los niños preescolares no entienden la relación entre numerosidad y correspondencia uno a uno.
Gelman y Gallistel se centran en las apreciaciones de los niños de guardar los números en correspondencia con los objetos al contarlos y concluyen que los niños preescolares dominan éste aspecto del conteo y que por supuesto poseen conocimiento de la correspondencia uno a uno. Gelman especialmente propone que las dificultades de los niños con las tareas de conservación, descansan en la falta de acceso al conocimiento que está explícito en su conteo y en otros esquemas de acción, más que en la falta de conocimiento como Piaget sostiene.
Piaget no asigna importancia, ni significado al conteo inicial de los niños, argumentando que es producto de la memoria y no una reflexión significativa del niño sobre la construcción del número. Al mismo tiempo, muchos investigadores han argumentado que en las tareas de conservación propuestas por Piaget, subestima el conocimiento de los niños especialmente porque se le presentan muchas claves que lo llevan al error, por ejemplo, las claves tipo perceptual. La noción de que las dos colecciones tienen en mismo número y pueden ponerse en correspondencia uno a uno es central al concepto de la cardinalidad. Gelman y Gallistel atribuyen a los niños pequeños más conocimiento sobre la correspondencia uno a uno, que el que Piaget les atribuye. Ellos caracterizan éste conocimiento como algo que está encajado en esquemas de acción, especialmente esquemas de comparación y conteo.
 Existe sin embargo, una tercera posición que señala: los niños poseen más conocimiento matemático que lo que Piaget les atribuyó. Sin embargo, su conocimiento no parece estar relacionado con los esquemas de conteo y otros esquemas de acción. Una perspectiva desarrollista basada en la interconexión de procedimientos numéricos inicialmente separados pueden tener más potencial para dar cuenta de la mezcla de éstas fortalezas y limitaciones de las habilidades numéricas tempranas en el niño. A continuación se describen algunos de estos supuestos.

TÉCNICAS PARA CONTAR DE ARTURO BARODY.

En su mayor parte, la capacidad de contar se desarrolla jerárquicamente (Klahr y Wallace, 1973). Con la práctica, las técnicas para contar se van haciendo más automáticas y su ejecución requiere menos atención. Cuando una técnica ya puede ejecutarse con eficiencia, puede procesarse simultáneamente o integrarse con otras técnicas en la memoria de trabajo (a corto plazo) para formar una técnica aún más compleja (por ejemplo, Schaeffer, Eggleston y Scott, 1974). Consideremos qué se necesita para realizar la tarea aparentemente sencilla de determinar si un conjunto de nueve puntos es “más” o “menos” que otro de ocho. Realizar esta comparación entre magnitudes numéricas requiere la integración de cuatro técnicas.
En primer lugar, la técnica más básica es generar sistemáticamente los nombres de los números en el orden adecuado. A los dos años de edad, Alexi ya había empezado a dominar la serie numérica oral y, a veces, podía contar hasta 10 de uno en uno. Sin embargo, cuando se le pedía que contara objetos, aún no podía decir los números en el orden correcto de forma coherente. Por ejemplo, a veces no empezaba a contar desde “uno”. Hacia los tres años de edad, los niños suelen empezar a contar un conjunto a partir de “uno” y al empezar párvulos ya pueden usar la secuencia correcta para contar conjuntos de 10 elementos como mínimo (Fuson, Richards y Briars, 1982).
En segundo lugar, las palabras (etiquetas) de la secuencia numérica deben aplicarse una por una a cada objeto de un conjunto. La acción de contar objetos se denomina enumeración. Aunque Alexi podía generar la serie numérica hasta 10 correctamente, no podía enumerar un conjunto de nueve elementos, y ni siquiera de tres, porque todavía no había aprendido que debe aplicarse una, y sólo una, etiqueta a cada elemento de un conjunto. La enumeración es una técnica complicada porque el niño debe coordinar la verbalización de la serie numérica con el señalamiento de cada elemento de una colección para crear una correspondencia biunívoca entre las etiquetas y los objetos. Como los niños de cinco años pueden generar correctamente la serie numérica y señalar una vez cada uno de los elementos de una colección, pueden coordinar con eficacia las dos técnicas para ejecutar el acto complejo de la enumeración (al menos con conjuntos de hasta 10 elementos).

LA REGLA DEL VALOR CARDINAL: la última etiqueta numérica expresada durante el proceso de enumeración representa el número total de elementos en el conjunto. En otras palabras, un niño de cinco años puede resumir la serie “1, 2, 3,..., 9”, con “nueve” y la serie “1, 2, 3, ..., 8” con “ocho”. Como Alexi no podía ni enumerar conjuntos, no había descubierto que la última etiqueta de este proceso tiene un significado especial. A sus dos años de edad, Alexi todavía no asociaba la serie numérica con la definición de la cantidad de un conjunto.
En cuarto lugar, las tres técnicas acabadas de describir son indispensables para comprender que la posición en la secuencia define la magnitud. A los dos años de edad, los números no definían tamaños relativos para Alexi. Sin embargo, los niños pequeños llegan a aprender, tarde o temprano, que la serie numérica se asocia a una magnitud relativa. Aun los niños muy pequeños pueden realizar comparaciones gruesas entre magnitudes como “10 es más grande que 1”, quizá porque saben que el 10 viene mucho más tarde en la secuencia de enumeración. Hacia los cinco años, los niños pueden llegar a hacer con rapidez comparaciones precisas entre magnitudes de números seguidos como el 8 y el 9, porque están muy familiarizados con las relaciones de sucesión numérica (“cuando me pongo a contar, el 9 viene después del 8, así que el 9 es más grande”).
Por tanto, contar para determinar que un conjunto de nueve puntos es más que un conjunto de ocho no es, cognoscitivamente hablando, un acto trivial. Aunque los adultos pueden dar por sentadas las cuatro técnicas implicadas, éstas constituyen un reto intelectual imponente para los niños de dos años de edad. Cuando lleguen a los cinco años, la mayoría de los niños habrán dominado estas técnicas básicas y estarán listos para enfrentarse a nuevos desafíos.
 Algunos de ellos (sobre todo los que proceden de entornos con carencias, los que tienen lesiones cerebrales o los mentalmente atrasados) pueden no haber llegado a dominar estas técnicas básicas y necesitarán una atención especial. En lo que resta de capítulo se describirán con mayor detalle las cuatro técnicas básicas para contar y otras técnicas más elaboradas que se desarrollan durante las primeras etapas de la escolarización.

CONTAR ORALMENTE: A una edad tan corta como los dieciocho meses, los niños empiezan a contar oralmente de uno en uno (“1, 2, 3...”). La mayoría de los niños de dos años pueden contar “1, 2” pero luego empiezan a omitir términos (Fuson et al., 1982). Al principio, los niños pueden aprender partes de la serie numérica hasta 10 para unirlas más adelante. Por ejemplo, Alexi (hacia los veinte meses de edad) empezó a usar, de una manera regular, la serie “8, 9, 10”. Más adelante añadió “2, 3, 4” para hacer “2, 3, 4, 8, 9, 10”. Después añadió el 5 y el 6 y, finalmente, el 1 y el 7 para completar la serie hasta lo. A los veintiséis meses, Alexi añadió los números de dos cifras 19 y 20 y, muy poco después, insertaba la ristra “11, 12, 13” entre el 10 y el 19.

REGLA DEL VALOR CARDINAL. Al principio, los niños pueden no darse cuenta de que la enumeración sirve para numerar. Cuando se les pide que cuenten un conjunto, los niños se limitan a enumerarlo y esperan que esto, en sí mismo, satisfará al adulto (cosa que ocurre a veces). Si se les pregunta cuántos objetos acaban de contar, vuelven a enumerar todos los elementos del conjunto. Por ejemplo, ida, una niña de tres años de edad, enumeró cuatro estrellas (“1, 2, 3, 4”) sin hacer ningún intento serio de emplear o recordar la información. Cuando se le preguntó cuántas estrellas había acabado de contar, alzó los hombros y volvió a enumerarlas otra vez. Como la enumeración se contempla como un fin en sí misma y no como un medio para llegar a un fin, los niños muy pequeños pueden no llegar a comprender el sentido de preguntas como “¿Cuántos hay?”. Ni preocuparse de recordar los resultados de lo que han contado.

ENUMERACIÓN. Los niños deben aprender que contar objetos implica algo más que agitar un dedo señalando un conjunto o deslizarlo por encima de otro mientras pronuncian con rapidez la serie numérica. Aunque los niños pequeños aprenden con rapidez al menos la parte memorística de la serie numérica (véase, por ejemplo, Fuson y Hall, 1983) y no tienen problemas para señalar los objetos de uno en uno (Beckwith y Restle, 1966), coordinar estas dos técnicas para enumerar un conjunto no es una tarea fácil. En realidad, la enumeración (sobre todo de conjuntos con más de cuatro elementos) sólo llega a hacerse automática de una manera gradual (Beckwith y Reside, 1966; Gelman y Gallistel, 1978, y Schaeffer et al., 1974). Con colecciones grandes y, sobre todo, desordenadas, los niños tienen que aprender estrategias para llevar la cuenta de los elementos que han contado y los que no. Cuando los elementos se ponen en fila, hace falta poco esfuerzo para no perder la cuenta si se empieza desde uno de los extremos. Si la colección está colocada en círculo, el niño sólo necesita recordar el elemento por el que ha empezado a contar. Con distribuciones desordenadas, el niño debe recordar qué elementos ha etiquetado y cuáles quedan por etiquetar. Esto se ve facilitado por el empleo de un método sistemático (por ejemplo, contar de izquierda a derecha y de arriba abajo) o separando los elementos etiquetados de los no etiquetados. Fuson (en prensa) encontró que muchos de sus sujetos de párvulos no empleaban la estrategia de crear un montón aparte con los elementos ya contados.

COMPARACIÓN DE MAGNITUDES: Cuando tienen unos tres años de edad, los niños descubren que los términos para contar más altos se asocian a magnitudes superiores (Wagner y Walters, 1982). Así se dan cuenta de que “dos” no sólo sigue a “uno” sino que también representa una cantidad mayor. Hacia los 3 años y medio, los niños suelen apreciar que “tres” es mayor que “dos” (Shaeffer et al., 1974). Partiendo de estos datos, los niños de cerca de cuatro años de edad parecen descubrir una regla general: el término numérico que viene después en la secuencia significa “más” que el término de un número anterior. Aun antes de entrar en la escuela, los niños parecen usar su representación mental de la serie numérica para hacer comparaciones toscas, pero eficaces, entre magnitudes, es decir, para comparar con rapidez y exactitud dos números bastante separados entre sí dentro de la secuencia (por ejemplo, el 3 y el 9, o el 2 y el 8) (Resnick, 1983). A medida que la relación “el siguiente de” se va haciendo automática, los niños pueden llegar a ser capaces de hacer comparaciones entre magnitudes más próximas (entre números seguidos). En realidad, cuando la mayoría de los niños empiezan a asistir al parvulario ya pueden realizar con bastante precisión comparaciones entre números adyacentes hasta el 5 e incluso hasta el 10.

BIBLIOGRAFÍA.

“Pensamiento numérico del preescolar a la educación básica”- Gilberto Obando Zapata6 Norma L. Vásquez Lasprilla7.

“COMO COMPRENDE EL NÚMERO EL NIÑO”- Mariela Orozco Hormaza Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados en Psicología, Cognición y Cultura.



SECUENCIA NUMÉRICA.

Se ha encontrado que los niños manejan la secuencia de numerales desde muy temprano (por ejemplo, Gelman y Gallistel (1978), Fuson et al, (1982)), pero es posible que sólo sepan que la secuencia de conteo5 se compone de números, y que éstos han de repetirse siempre en el mismo orden (por ejemplo, Baroody (1986), Fuson (1988)), sin que por ello se infiera una cierta comprensión conceptual como, por ejemplo, que el orden de emisión de los términos de la secuencia se mantiene constante a lo largo de sucesivas aplicaciones de la misma, o que cada elemento de la lista es único, es decir, aparece una y sólo una vez a lo largo de la emisión de la secuencia (Fuson, 1988).

 De aquí llegamos a deducir que existe, en primer lugar, un conocimiento memorístico en el recitado de la secuencia, y en segundo lugar se alude a una comprensión conceptual de la misma; dicha comprensión implica dos aspectos básicos: por un lado está el orden en el que aparecen los términos en el recitado, el cual es una propiedad invariante, lo que hace que los numerales estén entrelazados por una relación de "siguiente"; y por otro lado está la propiedad antisimétrica que nos garantiza que los elementos de la secuencia numérica no se repiten en el recitado, de forma esquemática viene expresado en la siguiente tabla:


Fuson, Richards y Briars (1982) realizan un estudio longitudinal transversal, que comprende desde los dos años hasta los ocho, para analizar la adquisición y elaboración de la secuencia de numerales. Aunque estas dos fases son diferentes, en algún momento llegan a solaparse, ya que se precisa un largo período para adquirir y consolidar la secuencia estándar de numerales. Por ejemplo, puede comenzar el proceso de establecimiento de relaciones entre los primeros términos de la secuencia, mientras que se está alargando el tamaño de la misma; en otras palabras, el primer fragmento de la secuencia puede estar en fase de elaboración, mientras que el extremo final de la misma está en plena fase de adquisición.
 Durante la fase de adquisición, se realiza el aprendizaje de la secuencia convencional y el niño comienza a aplicarla en situaciones de conteo. En esta fase la secuencia funciona como una estructura global unidireccional que consta de los siguientes fragmentos: una parte inicial estable y convencional; a continuación un fragmento estable no convencional; y la parte final, compuesta por fragmentos que no son convencionales ni estables.
 Para Fuson et al, dentro de las porciones no estables de la secuencia existen series crecientes ordenadas ya que la mayoría de los fragmentos estables no convencionales difieren de la secuencia convencional tan sólo en la omisión de alguno de sus elementos.
En la fase de adquisición se dan tanto errores de omisión como de repetición. En los primeros se respetan algunos esquemas lógicos de ordinación, por ejemplo se mantiene el orden creciente de los números en el recitado de la secuencia; mientras que en algunos errores de repetición, los que Baroody (1986) llama "errores de reciclaje" (por ejemplo, "1, 2,… 9, 1, 2,…") se manifiestan algunos esquemas lógicos de la secuencia convencional como puede ser la aparición del esquema cíclico de la seriación.
En la fase de elaboración, los vínculos entre los elementos de la secuencia se fortalecen y los términos contiguos (junto a la relación que los entrelaza) pueden emitirse al margen de la secuencia global. De este modo, cada término de la secuencia puede emplearse como elemento de apoyo para recordar el término inmediatamente anterior o posterior. La fase de elaboración, según Fuson y otros (1982), se subdivide en cinco niveles.


En otro orden de cosas y siguiendo con la secuencia numérica como componente del conteo, nos vamos a centrar en un aspecto importante del que hasta ahora no hemos hecho mención y es lo relativo al carácter convencional o social de los términos.
La cuestión que queremos abordar en este momento es ver si cualquier "lista" vale para contar o si, por el contrario, la "secuencia numérica" goza de un estatus especial que la hace insustituible.
 Respecto a la cuestión planteada nos encontramos con diferentes posturas: así para Gelman y Gallistel (1978) con el principio de orden estable, para Wagner y Walters (1982) quienes distinguen una forma "fuerte" y otra "débil" del mismo principio, así como para Saxe(1981), cualquier lista vale, mientras que autores como Song y Ginsburg (1988) o Fuson (1988 a) defienden que la secuencia de numerales es insustituible. Ante esta discusión, nosotros nos centraremos en el uso de la secuencia numérica frente a cualquier otra lista, y ésto por varias razones:

• Es un aprendizaje temprano en el niño, si se quiere por razones socioculturales.
• La serie numérica tiene características estructurales propias-intrínsecas que no tiene cualquier otra serie a no ser que se le aplique un isomorfismo estructural a una secuencia de diez dígitos pero que ya nos alejaríamos del conocimiento incipiente, en el niño, del recitado de la secuencia.

Saxe, Becker, Sadeghpour y Sicilian (1989) realizan un interesante trabajo para determinar las diferencias evolutivas en la comprensión mostrada por los niños acerca de la naturaleza arbitraria de los numerales en tanto que son símbolos culturales. Analizan directamente la comprensión mostrada por los niños respecto a la posibilidad de sustituir la lista de numerales estándar por una lista de símbolos diferenciables (el alfabeto, por ejemplo).
 Los resultados de Saxe et al. revelan que la mayoría de los niños de seis años son capaces de apreciar la necesidad de la correspondencia uno a uno y la arbitrariedad de los símbolos numéricos, de modo que los niños advierten progresivamente que en tanto se preserve el principio de correspondencia uno a uno cualquier lista de símbolos puede servir para realizar el conteo.
Fuson (1988 a) justifica que la secuencia de numerales es insustituible según cuatro puntos de apoyatura:

 1. La información aportada por algunos estudios en los que se muestra que los niños conciben la lista convencional de numerales como un instrumento que ninguna otra lista puede sustituir.
2. El hecho de que los niños juzguen como erróneos los conteos en los que una marioneta no aplica debidamente la secuencia de conteo.
 3. El segmento estable convencional que encabeza todas las secuencias emitidas por los niños (incluso a partir de los dos años y medio), ya que reflejan los intentos realizados por los mismos para aprender "la lista especial" de conteo
4. La anterioridad de las secuencias estables sobre la comprensión de la cardinalidad.
No podemos dejar de considerar las aportaciones de Song y Ginsburg (1988) con sus estudios sobre la naturaleza de los elementos de la secuencia de conteo. En estos estudios transculturales se observa que en casi todos los lenguajes los numerales hasta 100 se producen a través de un sistema basado en reglas para combinar unidades y decenas.

Para lograr el dominio de la secuencia el niño recorre cinco niveles: Nivel Cuerda. La sucesión empieza en uno y los términos no están diferenciados.
Nivel Cadena Irrompible. La sucesión comienza en uno y los términos están diferenciados.
Nivel Cadena Rompible. La sucesión puede comenzar en un término cualquiera.
Nivel Cadena Numerable. Contar n términos desde a hasta b.
Nivel Cadena Bidimensional. Desde un término cualquiera, a, se puede recorrer la sucesión en ambas direcciones.
Una vez alcanzado este nivel (en un tramo de la secuencia) es posible obtener relaciones entre estos números tales como: “después del número a viene el b”; “delante del número c está el d”; “antes de”, “después de”. El dominio de la secuencia permitirá utilizar el número en los demás contextos.
Principio de orden estable. Para contar, los términos de la secuencia se han de recitar, siempre, en el orden establecido. Principio de correspondencia. Al contar los elementos de un conjunto, ya hemos dicho, se va recitando la secuencia y a la vez, se van señalando los elementos del conjunto.
Principio de biunivocidad. En el proceso anterior, no basta solo con establecer una correspondencia entre palabra numérica y objeto, sino que dicha correspondencia ha de ser biunívoca. Esto supone que; a cada elemento del conjunto se le asignará una palabra numérica y recíprocamente; cada palabra estará asociada con un elemento.
 Principio de cardinalidad. El último término obtenido, al contar todos los objetos de la colección, indica el número de objetos que tiene dicha colección.
Principio de irrelevancia del orden. El cardinal de un conjunto, o sea, el número de elementos obtenidos al contar, no depende del orden en que estén dispuestos los elementos para contarlos.
Principio de abstracción. Cualquier conjunto o colección de objetos es contable. Puede suceder que los elementos que forman el conjunto sean todos homogéneos (lápices), o que no lo sean (lápices y bolígrafos), en este último caso puede haber problemas, pues el resultado de contar habrá que expresarlo en una categoría superior que comprenda a las dos anteriores como subconjuntos (útiles para escribir).

 BIBLIOGRAFIA.


CLASIFICACION Y SERIACION SEGUN JEAN PIAGET
CLASE
Piaget escribe: "Diremos pues que se puede hablar de clases a partir del momento (y sólo a partir de este momento) en que el sujeto es capaz 1) de definirlas en comprensión por el género y la diferencia específica; y 2) de manipularlas en extensión de acuerdo con relaciones de inclusión y de pertenencia inclusiva, lo cual supone un control de los cuantificadores intensivos "todos", "algunos", "un" y "ningún"."[1]  Piaget es taxativo en este punto cuando dice que solo se puede hablar de clases a partir de ese momento, haciendo referencia a las operaciones concretas.
Entonces, siguiendo lo dicho por Piaget, las clases  están caracterizadas por una relación entre la  comprensión y la extensión.
La comprensión es el conjunto de cualidades comunes a los individuos de cada una de las clases y el conjunto de las diferencias que distinguen a los miembros de una clase de otra, ej. A: manzanas + A': naranjas = B: frutas, donde la comprensión sería las características que tiene que tener una fruta, color, sabor, etc., para pertenecer a la clase manzanas y las cualidades diferentes para oponerla a otra clase de frutas, como las naranjas.
La extensión es el conjunto de los miembros de una clase definida por su comprensión, es decir el número, la cantidad de elementos o de subclases que pertenecen a otra clase.

La  comprensión supone:
1. relaciones de semejanza: son las cualidades comunes a los miembros de una clase. Por ejemplo lo que tienen en común las manzanas y las naranjas como para que ambas estén incluidas en la clase jerárquicamente superior de las frutas.
2. Relaciones de alteridad: son las diferencias entre los miembros de una clase A con los miembros de una clase A' cuando se parecen bajo B. Es decir lo que hace que si bien naranjas y manzanas sean frutas, ambas subclases se excluyen ya que son diferentes, no hay ninguna manzana que sea naranja y viceversa. Por lo que las llama subclases complementarias (manzanas y naranjas se complementan incluyéndose en la clase frutas) o disyuntas (porque no tienen ningún elemento en común, esto es que ningún elemento "manzana" estará incluido en la subclase disyunta de las naranjas y lo mismo al revés).

La extensión supone:

1. Inclusión de la clase A en la clase jerárquicamente superior B, relación que verifica la expresión " Todos los A son algunos B" o A < B. Es decir, retomando nuestro ejemplo, que la clase de todas las manzanas está incluida en la clase jerárquicamente superior de las frutas.

2. Pertenencia inclusiva que es la relación entre un individuo X y una clase A de la que forma parte. Esto es que una manzana pertenece a la clase "manzanas".

Tanto inclusión como pertenencia inclusiva son relaciones "parte-todo" y están determinadas por la cuantificación intensiva que es la atribución a los miembros de una clase los cuantificadores todos, algunos, algún, ninguno, por ej. Todas las manzanas son algunas frutas.
Esto se opone a la pertenencia partitiva en la que X es una parte de un objeto total, por ej. El triángulo el techo de una casita,  como también a la pertenencia esquemática o identificación de un elemento X por asimilación re cognitiva a un esquema perceptivo o sensorio motriz, que será explicado con las colecciones figurales.


La génesis de la clasificación parte de un estado de indiferenciación entre comprensión y extensión, y una falta de control de los cuantificadores lógicos, hacia una diferenciación y coordinación  que permite la relación inclusiva de las clases, como dijimos, recién en el estadio de las operaciones concretas.


3.- CLASIFICACION

Sabemos que lo que permite el descentramiento que posibilita el pasaje del estadio preoperatorio al operatorio concreto es la noción de reversibilidad. Esto quiere decir que el sujeto puede descentrarse por ej. De los cambios de forma, de los aspectos figurativos de los objetos, lo que implica que no quede centrado en una sola variable como el color, o en dos sucesivamente, por ej. Primero centrarse y coleccionar un elemento con otro por el color y el 3er. elemento por la forma.
Por lo tanto el concepto de reversibilidad, que es una capacidad de razonar, está asociado a la noción temporal de simultaneidad. Esto quiere decir que el sujeto es capaz de tener en cuenta dos variables pero de manera simultánea y no sucesiva como en el estadio anterior. Los esquemas interiorizados en el preoperatorio se han vuelto ahora reversibles y móviles, lo que le permite al sujeto poder anticipar para resolver una operación y no tantear como en el estadio anterior.
La reversibilidad es lo que le permite al niño formar clases aditivas.

En el estadio operatorio concreto el niño logra agrupaciones elementales de clases y de relaciones, que son grupos incompletos, semirredes porque carecen de asociatividad completa, tema que no trabajaremos en este capítulo, lo que resolverá recién en el estadio de las operaciones formales.

Propiedades de las Clases:

1.      No existen elementos sin clase.
2.      No existen clases aisladas, tienen una clase complementaria, de A es A', por ej. de la clase manzanas, una disyunta es la clase naranjas.
3.      La clase A se define por comprensión, por los caracteres de tipo a. Es decir las características de un elemento para que pertenezca a la clase de las naranjas.
4.      La clase A solo comprende elementos de carácter a. Dentro de la clase naranjas no puede haber más que naranjas.
5.      Las clases complementarias son disyuntas: A x A'= 0. Es decir que no hay naranja que pertenezca a la clase de las manzanas y a la inversa.                
6.      La clase complementaria A' comprende los elementos de carácter a'.
7.      Una clase A está incluida en toda clase superior que comprenda todos sus elementos, comenzando por la más próxima B, sea A = B - A'   o A x B = A o "Todos los A son algunos B". Todas las naranjas son algunas frutas.
8.      Simplicidad en extensión: reducir las inclusiones al mínimo compatible con los caracteres en comprensión.
9.      Simplicidad en comprensión: iguales criterios para distinguir clases del mismo rango.
10.  Simetría en las subdivisiones: B1 = A1 + A'1 =Ø B2 = A2 + A'2.

Clasificar implica que el sujeto tenga en cuenta simultáneamente, si tomamos como ej. La clase de las flores y las clases complementarias o disyuntas de las rosas y las margaritas, que todas las margaritas son algunas flores, es decir que tenga en cuenta las semejanzas que deber tener todas las margaritas y todas las rosas como para que ambas sean flores, o que todas las margaritas están incluidas en una clase jerárquicamente superior que son las flores, sin que se pierdan las diferencias que existen entre rosas y margaritas.

Esquemáticamente podemos decir:
Para que A + A' = B sea operatorio, y no una reunión intuitiva deben estar operando:

1.      La reversibilidad: que es la coordinación de las operaciones directas e inversas.
2.      Movilidad de las partes: es la conexión creciente entre el método ascendente de clasificación y el método descendente. El sujeto puede usar simultáneamente para clasificar el método ascendente que es por ej. partir de un elemento, como una rosa, e incluirla en la subclase de las rosas  (lo que define la pertenencia inclusiva, un elemento perteneciente a una subclase) e incluir esta subclase de las rosas dentro de la clase de las flores (lo que define la inclusión jerárquica, una subclase incluida dentro de una clase jerárquicamente superior). Y el método descendente que implica partir de la clase superior de las flores, para arribar pasando por la subclase rosas, al elemento rosa.
3.      Conservación de la clase B como un Todo, teniendo en cuenta al mismo tiempo la división entre las subclases A y. Esto es que tenga en cuenta tanto las clases rosas y margaritas como la clase flores al mismo tiempo.

Recién aquí se logra la inclusión jerárquica que permite la clasificación.
La inclusión es la coordinación de la extensión y de la  comprensión que permite un esquema anticipador, por el que el sujeto primero razona y luego realiza la operación, y el control de los todos y algunos, por lo que ya entiende que algunos están incluido, es parte de los todos.

Sin embargo este no es el último estadio de la génesis de la clasificación. Lo que no se alcanza el niño en el estadio de las operaciones concretas es una asociatividad completa, es decir todas las operaciones incluidas en el grupo matemático, que no es objeto de este capítulo. En el estadio de las operaciones formales por lo que se denomina ley de dualidad, logra la siguiente operación: A < B = NO B < NO A, esto es que si bien la subclase manzanas es menor, está incluida en la clase frutas, logra razonar que las subclases que no son frutas, como podrían ser las verduras, son menos que las que no son manzanas, porque se considerarían no solo las verduras sino todas las frutas que no sean manzanas. Este razonamiento permite alcanzar el grupo de las 4 transformaciones I N C R. O sea que el sujeto comprende que las manzanas son menos que las frutas, pero lo que no es fruta es menor que lo que no es manzanas.



SERIACION.
Es una operación lógica que a partir de un sistema de referencias, permite establecer relaciones comparativas entre los elementos de un conjunto, y ordenarlos según sus diferencias, ya sea en forma decreciente o creciente. Posee las siguientes propiedades:
Transitividad: Consiste en poder establecer deductivamente la relación existente entre dos elementos que no han sido comparadas efectivamente a partir de otras relaciones que si han sido establecidas perceptivamente.

Reversibilidad: Es la posibilidad de concebir simultáneamente dos relaciones inversas, es decir, considerar a cada elemento como mayor que los siguientes y menor que los anteriores.

La seriación pasa por las siguientes etapas:
Primera etapa: Parejas y Tríos (formar parejas de elementos, colocando uno pequeño y el otro grande) y Escaleras y Techo (el niño construye una escalera, centrándose en el extremo superior y descuidando la línea de base).
Segunda etapa: Serie por ensayo y error (el niño logra la serie, con dificultad para ordenarlas completamente).

Tercera etapa: el niño realiza la seriación sistemática.

 Número: es un concepto lógico de naturaleza distinta al conocimiento físico o social, ya que no se extraer directamente de las propiedades física de los objetos ni de las convenciones sáciela, sino que se construye a través de un proceso de abstracción reflexiva de las relaciones entre los conjuntos que expresan número. Según Piaget, la formación del concepto de número es el resultado de las operaciones lógicas como la clasificación y la seriación; por ejemplo, cuando agrupamos determinado número de objetos o lo ordenamos en serie. Las operaciones mentales sólo pueden tener lugar cuando se logra la noción de la conservación, de la cantidad y la equivalencia, término a término. Consta de las siguientes etapas:
Primera etapa: (5 años): sin conservación de la cantidad, ausencia de correspondencia término a término.
Segunda etapa (5 a 6 años): Establecimiento de la correspondencia término a término pero sin equivalencia durable.
Tercera etapa: conservación del número.




ZONA DE DESARROLLO PROXIMAL DE VIGOSKY
"la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz" (cf. Vigotsky, 1988:133). La idea central, no debería olvidarse, se completa con otras cláusulas que indican: 1. Lo que hoy se realiza con la asistencia o con el auxilio de una persona más experta en el dominio en juego, en un futuro se realizará con autonomía sin necesidad de tal asistencia. 2. Tal autonomía en el desempeño se obtiene, algo paradójicamente, como producto de la asistencia o auxilio, lo que conforma una relación dinámica entre aprendizaje y desarrollo. En palabras de Vigotsky: "Estos ejemplos ilustran una ley evolutiva general para las funciones mentales superiores, que puede ser aplicada en su totalidad a los procesos de aprendizaje en los niños. Nosotros postulamos que lo que crea la ZDP es un rasgo esencial de aprendizaje; es decir, el aprendizaje despierta una serie de procesos evolutivos internos capaces de operar sólo cuando el niño está en interacción con las personas de su entorno y en cooperación con algún semejante. Una vez que se han internalizado estos procesos, se convierten en parte de los logros evolutivos independientes del niño" (op. cit.: 138). El contexto de la formulación era relativo a la discusión acerca de los procesos o concepciones en la evaluación de los niveles de desarrollo o capacidades cognitivas de un sujeto. Enunciaba una perspectiva crítica al uso de los Test de Inteligencia, los procedimientos de evaluación intelectual corrientes. Sin embargo, la categoría de ZDP una vez que comienza a ser examinada en relación con los conceptos centrales de la Teoría Socio-histórica, evidencia su carácter nodal para la comprensión de los procesos de constitución subjetiva y de apropiación cultural. 3. Conviene, por tanto, recordar que el concepto remite a los procesos de constitución de los Procesos Psicológicos Superiores que se ha examinado. "Desde este punto de vista aprendizaje no equivale a desarrollo; no obstante el aprendizaje organizado se convierte en desarrollo mental y pone en marcha una serie de procesos evolutivos que no podrían darse nunca al margen del aprendizaje. Así pues el aprendizaje es un aspecto universal y necesario del proceso de desarrollo culturalmente organizado y específicamente humano de las funciones psicológicas» (op. cit: 139). 4. El auxilio o asistencia suministrada por el sujeto con mayor dominio debe reunir una serie de características, las cuales no han sido claramente desarrolladas por Vigotsky. Obviamente, no toda situación de interacción entre personas de desigual competencia generan desarrollo. Sólo se afirma que se requieren instancias de "buen aprendizaje" o, mejor, de buen aprendizaje y enseñanza. Sabemos que "el 'buen aprendizaje' es sólo aquél que precede al desarrollo" (op. cit.: 138) y permite su producción. Recuérdese que el término "obuchenie" utilizado por Vigotsky significa en verdad "enseñanza-aprendizaje", es decir, aprendizaje en situaciones de enseñanza. De esto se deriva una de las "recomendaciones" pedagógicas de Vigotsky, en tanto el buen aprendizaje (o buena enseñanza) debería operar sobre los niveles superiores de la ZDP, es decir, sobre aquellos logros del desarrollo todavía en adquisición y sólo desplegados en colaboración con otro. De allí que la enseñanza debería ir "a la cabeza" de los procesos de desarrollo.

En términos quizá aún más generales se trataba de determinar la relación entre las pre-condiciones establecidas por el nivel de desarrollo previo de los sujetos y las posibilidades de aprendizaje consecuentes. Operar sobre la Zona de Desarrollo Próximo posibilitaba trabajar sobre las funciones "en desarrollo", aún no plenamente consolidadas, pero sin necesidad de esperar su configuración final para comenzar un aprendizaje, ya que una posibilidad intrínseca al desarrollo ontogenético parece ser precisamente la de desarrollar capacidades autónomas en función de participar en la resolución de tareas, en actividades conjuntas y cooperativas, con sujetos de mayor dominio sobre los problemas en juego. Si bien en algunos escritos de Vigotsky la generación de ZDP en los sujetos parece ser relativa con cierta exclusividad a la instrucción escolar, es conocido que la categoría de ZDP ha sido extendida en su uso, e, incluso, más desarrollada, en el ámbito de las prácticas de crianza (como en los procesos de adquisición del habla, el aprendizaje de ciertas rutinas en los juegos, la resolución de problemas en la interacción conjunta con un adulto, etc.) que en las prácticas escolares. En verdad es sabido que el propio Vigotsky afirmó que el juego era un poderoso creador de ZDP, las circunstancias de esta afirmación son de interés, por lo que les daremos más adelante un breve tratamiento. Lo importante aquí es recordar que la ZDP obliga a pensar más que en una capacidad o característica de un sujeto, en las características de un sistema de interacción socialmente definido. Aunque no resulte inmediatamente intuible, hay una creciente coincidencia en la interpretación de la ZDP en términos de "sistema social" más que de capacidades subjetivas. La idea de sistema definido socialmente implica el reconocimiento de que una situación dada se define de acuerdo con las representaciones que de ella poseen los sujetos implicados. Tales representaciones pueden discrepar, y frecuentemente lo hacen.


PRINCIPIOS DE CONTEO.
EL DESARROLLO DE TÉCNICAS PARA CONTAR
Una jerarquía de técnicas En su mayor parte, la capacidad de contar se desarrolla jerárquicamente (Klahr y Wallace, 1973). Con la práctica, las técnicas para contar se van haciendo más automáticas y su ejecución requiere menos atención. Cuando una técnica ya puede ejecutarse con eficiencia, puede procesarse simultáneamente o integrarse con otras técnicas en la memoria de trabajo (a corto plazo) para formar una técnica aún más compleja (por ejemplo, Schaeffer, Eggleston y Scott, 1974). Consideremos qué se necesita para realizar la tarea aparentemente sencilla de determinar si un conjunto de nueve puntos es “más” o “menos” que otro de ocho. Realizar esta comparación entre magnitudes numéricas requiere la integración de cuatro técnicas.
En primer lugar, la técnica más básica es generar sistemáticamente los nombres de los números en el orden adecuado. A los dos años de edad, Alexi ya había empezado a dominar la serie numérica oral y, a veces, podía contar hasta 10 de uno en uno. Sin embargo, cuando se le pedía que contara objetos, aún no podía decir los números en el orden correcto de forma coherente. Por ejemplo, a veces no empezaba a contar desde “uno”. Hacia los tres años de edad, los niños suelen empezar a contar un conjunto a partir de “uno” y al empezar párvulos ya pueden usar la secuencia correcta para contar conjuntos de 10 elementos como mínimo (Fuson, Richards y Briars, 1982).
En segundo lugar, las palabras (etiquetas) de la secuencia numérica deben aplicarse una por una a cada objeto de un conjunto. La acción de contar objetos se denomina enumeración. Aunque Alexi podía generar la serie numérica hasta 10 correctamente, no podía enumerar un conjunto de nueve elementos, y ni siquiera de tres, porque todavía no había aprendido que debe aplicarse una, y sólo una, etiqueta a cada elemento de un conjunto. La enumeración es una técnica complicada porque el niño debe coordinar la verbalización de la serie numérica con el señalamiento de cada elemento de una colección para crear una correspondencia biunívoca entre las etiquetas y los objetos. Como los niños de cinco años pueden generar correctamente la serie numérica y señalar una vez cada uno de los elementos de una colección, pueden coordinar con eficacia las dos e-Educa, Cibercultura para la Educación AC COMPETENCIAS DIDÁCTICAS: MATEMÁTICAS. LECTURA 1 2 técnicas para ejecutar el acto complejo de la enumeración (al menos con conjuntos de hasta 10 elementos).
En tercer lugar, para hacer una comparación, un niño necesita una manera conveniente de representar los elementos que contiene cada conjunto. Esto se consigue mediante la regla del valor cardinal: la última etiqueta numérica expresada durante el proceso de enumeración representa el número total de elementos en el conjunto. En otras palabras, un niño de cinco años puede resumir la serie “1, 2, 3,..., 9”, con “nueve” y la serie “1, 2, 3, ..., 8” con “ocho”. Como Alexi no podía ni enumerar conjuntos, no había descubierto que la última etiqueta de este proceso tiene un significado especial. A sus dos años de edad, Alexi todavía no asociaba la serie numérica con la definición de la cantidad de un conjunto.
En cuarto lugar, las tres técnicas acabadas de describir son indispensables para comprender que la posición en la secuencia define la magnitud. A los dos años de edad, los números no definían tamaños relativos para Alexi. Sin embargo, los niños pequeños llegan a aprender, tarde o temprano, que la serie numérica se asocia a una magnitud relativa. Aun los niños muy pequeños pueden realizar comparaciones gruesas entre magnitudes como “10 es más grande que 1”, quizá porque saben que el 10 viene mucho más tarde en la secuencia de enumeración. Hacia los cinco años, los niños pueden llegar a hacer con rapidez comparaciones precisas entre magnitudes de números seguidos como el 8 y el 9, porque están muy familiarizados con las relaciones de sucesión numérica (“cuando me pongo a contar, el 9 viene después del 8, así que el 9 es más grande”).
Por tanto, contar para determinar que un conjunto de nueve puntos es más que un conjunto de ocho no es, cognoscitivamente hablando, un acto trivial. Aunque los adultos pueden dar por sentadas las cuatro técnicas implicadas, éstas constituyen un reto intelectual imponente para los niños de dos años de edad. Cuando lleguen a los cinco años, la mayoría de los niños habrán dominado estas técnicas básicas y estarán listos para enfrentarse a nuevos desafíos.
Algunos de ellos (sobre todo los que proceden de entornos con carencias, los que tienen lesiones cerebrales o los mentalmente atrasados) pueden no haber llegado a dominar estas técnicas básicas y necesitarán una atención especial. En lo que resta de capítulo se describirán con mayor detalle las cuatro técnicas básicas para contar y otras técnicas más elaboradas que se desarrollan durante las primeras etapas de la escolarización.

CONTAR ORALMENTE
A una edad tan corta como los dieciocho meses, los niños empiezan a contar oralmente de uno en uno (“1, 2, 3...”). La mayoría de los niños de dos años pueden contar “1, 2” pero luego empiezan a omitir términos (Fuson et al., 1982). Al principio, los niños pueden aprender partes de la serie numérica hasta 10 para unirlas más adelante. Por ejemplo, Alexi (hacia los veinte meses de edad) empezó a usar, de una manera regular, la serie “8, 9, 10”. Más adelante añadió “2, 3, 4” para hacer “2, 3, 4, 8, 9, 10”. Después añadió el 5 y el 6 y, finalmente, el 1 y el 7 para completar la serie hasta lo. A los veintiséis meses, Alexi añadió los números de dos cifras 19 y 20 y, muy poco después, insertaba la ristra “11, 12, 13” entre el 10 y el 19.
Contar oralmente suele equipararse con “contar de memoria”. Como ilustra el caso de Alexi, contar de memoria es una buena descripción de las primeras técnicas orales que emplean los niños para contar. Su manera de contar era, simplemente, una cantinela verbal sin sentido. La serie numérica inicial de Alexi parecía no ser más que una cadena de asociaciones aprendidas de memoria y enlazadas gradualmente entre sí. Sin embargo, contar de memoria es una descripción menos adecuada de los posteriores intentos de contar. Con demasiada frecuencia, este término se emplea para indicar que los niños aprenden toda la serie numérica por memorización. Aunque la memorización desempeña un papel determinado, sobre todo durante las etapas iniciales, el aprendizaje regido por reglas tiene una importancia fundamental para ampliar esta serie. Aunque es probable que los términos hasta el 1 5 2 se aprendan de memoria, la mayor parte de la serie numérica posterior puede generarse mediante reglas (Ginsburg, 1982). Los restantes números hasta el 20 pueden generarse continuando con la secuencia original (6, 7, 8, 9) y anteponiendo “10 y..”; (por ejemplo, “dieciséis, diecisiete...”). Los números de la segunda decena (21, 22, 23, ..., 29) se pueden generar mediante la regla de anteponer “20” a cada una de las unidades (del 1 al 9) una por una. En realidad, para contar de uno en uno hasta 99 el niño sólo tiene que aprender esta regla y el orden de las decenas (10, 20, 30..., 90).

 Los errores que cometen los niños al contar son una buena señal de que existen reglas que subyacen a su cuenta oral, sobre todo de 20 para arriba. Muchos niños (incluyendo los que presentan retraso mental) se inventan términos como “diecicinco” por 15, “diecidiez” por 20, o “veintidiez, veintionce”, para 30 y 31 (Baroody y Ginsburg, 1984; Baroody y Snyder, 1983; Ginsburg, 1982b). Estos errores indican claramente que los niños no se limitan a imitar a los adultos, sino que tratan de construir sus propios sistemas de reglas (Baroody y Ginsburg, 1982). Se trata de errores razonables porque son ampliaciones lógicas, aunque incorrectas, de las pautas de la serie numérica que el niño ha abstraído. Así, aun los niños mentalmente atrasados parecen ser capaces de ver, emplear y, a veces, aplicar mal las pautas de la serie numérica.
 Aunque la mayoría de los niños que se acaban de incorporar a la escuela ya hacen progresos con la parte de la serie numérica regida por reglas, muchos no se dan cuenta de que las decenas (“10, 20, 30, 90”) siguen una pauta paralela a la secuencia de las unidades (Fuson et al., 1982). Aún no se sabe con certeza cómo llegan los niños a resolver el “problema de las decenas”, es decir, su orden correcto para contar hasta 100 de uno en uno. Una hipótesis es que los niños aprenden las decenas de memoria en forma de extremos finales de cada serie (por ejemplo, el niño forma la asociación entre “29-30” o “39-40”). Hay algunos datos que respaldan esta conjetura. Algunos niños no pueden contar por decenas pero pueden contar hasta 30 ó39 porque parecen haber aprendido que 30 va después de 29, pero no han aprendido qué va después de 39 (Baroody y Ginsburg, 1984). Otra hipótesis es que los niños aprenden las decenas (contar de diez en diez) de memoria y emplean este conocimiento para rellenar la secuencia de contar de uno en uno. Otra hipótesis, completamente distinta, es que los niños aprenden las decenas como una versión modificada de la secuencia del 1 al 9 y emplean esta pauta (repetir la secuencia de las unidades y añadir -enta) para rellenar la cuenta de uno en uno. Un ejemplo de esta última hipótesis es el caso de Ten, una niña levemente atrasada que cuando llegaba al final de una decena (por ejemplo, “..., 58, 59”) se ponía a contar para sí para averiguar la siguiente decena (por ejemplo, “1, 2, 3, 4, 5, 6 ah, ..., sesenta”) (Baroody y Ginsburg, 1984). Luego iba repitiendo este procedimiento hasta llegar a 100.
En realidad, la mayoría de los niños pueden aprender de memoria algunas decenas (hipótesis 1 y 2) y emplear reglas para generar el resto (hipótesis 3). Esto tiene sentido porque la mayoría de las decenas sigue una pauta y sería ineficaz aprenderlas todas de memoria. Sin embargo, se puede tener que aprender de memoria la primera parte, incluyendo quizá algunos casos regulares como 40, antes de descubrirse la pauta. Por tanto, aprender las decenas (contar de diez en diez) puede ser algo parecido a aprender a contar de uno en uno: al principio, los niños adquieren una parte por memorización y luego emplean una pauta para ampliar la secuencia.
Elaboraciones de la serie numérica. Con la experiencia, los niños aprenden a usar su representación mental de la serie numérica con más elaboración y flexibilidad (Fuson et al., 1982). A medida que se van familiarizando más y más con la serie numérica correcta, los niños pueden citar automáticamente el número siguiente a un número dado. A los veintiséis meses, Alison ya podía hacerlo si se le “daba el pie”.
 MADRE: Alison, ¿qué número va después del 9?
ALISON: [No responde.] MADRE: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y...
ALISON: 10. De no ser así, Alison no lo podía hacer o sólo lo hacía a veces.
MADRE: ¿Qué número va después del ocho?
ALISON: El ocho. MADRE: ¿Y después del dos?
ALISON: El nueve. MADRE: ¿Y después del seis? ALISON: [No responde.]
 MADRE: (Un poco más tarde): ¿Qué va después del ocho?
 ALISON: Nueve, diez. MADRE: ¿Y después del dos?
ALISON: El cuatro.
Hacia los cuatro o cinco años de edad, los niños ya no necesitan empezar desde el 1 para responder de manera coherente y automática preguntas relativas a números seguidos, al menos hasta cerca del 28 (Fuson et al., 1982; Ginsburg y Baroody, 1983). Uno de los desarrollos que pueden producirse un poco más tarde es la capacidad de citar el número anterior. Cuando los niños captan las relaciones entre un número dado y el anterior, ya está preparado el terreno para contar regresivamente. Además, los niños de edad escolar aprenden gradualmente a contar por grupos. Entre las más precoces de estas nuevas pautas se encuentran contar por parejas, de cinco en cinco y de diez en diez.
NUMERACIÓN
Enumeración. Los niños deben aprender que contar objetos implica algo más que agitar un dedo señalando un conjunto o deslizarlo por encima de otro mientras pronuncian con rapidez la serie numérica. Aunque los niños pequeños aprenden con rapidez al menos la parte memorística de la serie numérica (véase, por ejemplo, Fuson y Hall, 1983) y no tienen problemas para señalar los objetos de uno en uno (Beckwith y Restle, 1966), coordinar estas dos técnicas para enumerar un conjunto no es una tarea fácil. En realidad, la enumeración (sobre todo de conjuntos con más de cuatro elementos) sólo llega a hacerse automática de una manera gradual (Beckwith y Reside, 1966; Gelman y Gallistel, 1978, y Schaeffer et al., 1974). Con colecciones grandes y, sobre todo, desordenadas, los niños tienen que aprender estrategias para llevar la cuenta de los elementos que han contado y los que no. Cuando los elementos se ponen en fila, hace falta poco esfuerzo para no perder la cuenta si se empieza desde uno de los extremos. Si la colección está colocada en círculo, el niño sólo necesita recordar el elemento por el que ha empezado a contar. Con distribuciones desordenadas, el niño debe recordar qué elementos ha etiquetado y cuáles quedan por etiquetar. Esto se ve facilitado por el empleo de un método sistemático (por ejemplo, contar de izquierda a derecha y de arriba abajo) o separando los elementos etiquetados de los no etiquetados. Fuson (en prensa) encontró que muchos de sus sujetos de párvulos no empleaban la estrategia de crear un montón aparte con los elementos ya contados.
Regla del valor cardinal. Al principio, los niños pueden no darse cuenta de que la enumeración sirve para numerar. Cuando se les pide que cuenten un conjunto, los niños se limitan a enumerarlo y esperan que esto, en sí mismo, satisfará al adulto (cosa que ocurre a veces). Si se les pregunta cuántos objetos acaban de contar, vuelven a enumerar todos los elementos del conjunto. Por ejemplo, ida, una niña de tres años de edad, enumeró cuatro estrellas (“1, 2, 3, 4”) sin hacer ningún intento serio de emplear o recordar la información. Cuando se le preguntó cuántas estrellas había acabado de contar, alzó los hombros y volvió a enumerarlas otra vez. Como la enumeración se contempla como un fin en sí misma y no como un medio para llegar a un fin, los niños muy pequeños pueden no llegar a comprender el sentido de preguntas como “¿Cuántos hay?”. Ni preocuparse de recordar los resultados de lo que han contado.
 Cuando tienen cerca de dos años, muchos niños desarrollan una conciencia primitiva de que contar es un procedimiento empleado para asignar números a colecciones (para responder a preguntas del tipo “¿Cuántos hay?”). Ahora ya realizan el intento de recordar lo que han contado. Sin embargo, como no se dan cuenta de que el proceso de enumeración se puede resumir, responden a este tipo de preguntas repitiendo la serie numérica. Después de “soltar” varios términos (“7, 8, 9”) o de repetir el mismo (“9, 9, 9”) ante un conjunto de tres objetos, un niño de dos años puede designar este conjunto volviendo a contar (por ejemplo, “7, 8, 9” o “9, 9, 9”) (Wagner y Walters, 1982). Aun después de haber aprendido a enumerar correctamente, los niños pueden no darse cuenta de que es innecesario recitar otra vez toda la secuencia cuando se les pregunta por una cantidad. Por ejemplo, después de enumerar cuatro estrellas que había en una tarjeta, George (sin volver a mirar la tarjeta) respondió a la pregunta ¿”Cuántas estrellas hay”? con: “Pues hay 1, 2, 3 y 4 estrellas”. Sin embargo, a una edad tan corta como los dos años y medio de edad, algunos niños descubren el “atajo” consistente en recitar la última etiqueta del proceso de enumeración para indicar la cantidad. En el fondo, la regla del valor cardinal traduce el término aplicado a un elemento determinado de un conjunto (el último) al término cardinal que representa el conjunto entero.
Regla de la cuenta cardinal: La regla inversa a la del valor cardinal es la regla de la cuenta cardinal. Esta regla específica que un término cardinal como “5” es la etiqueta asignada al último elemento cuando se enumera un conjunto de cinco objetos (Fuson y Hall, 1983). Parece que los niños tienen que aprender que un término como cinco es al mismo tiempo el nombre de un conjunto (número cardinal) y un número para contar. Consideremos el caso de un niño al que se da un conjunto de cinco canicas junto con la consigna: “Aquí hay cinco canicas; pon cinco e-Educa, Cibercultura para la Educación  canicas en la taza.” El niño que no aprecia la regla de la cuenta cardinal tiene que ponerse a contar las canicas a medida que las va soltando en la taza. Este niño no puede prever que la etiqueta cinco empleada para designar el conjunto es la misma que se debe aplicar al resultado de contar el conjunto. En cambio, el niño que da por sentada la regla de la cuenta cardinal se limita a colocar todo el conjunto en la taza sin contar.
Separación. Contar (separar) un número concreto de objetos es una técnica que empleamos a diario (por ejemplo, «Dame tres lápices», “Me quedare con cuatro camisas”, “Toma cinco clavos”). Sin embargo, no se trata de una tarea cognoscitiva sencilla porque implica: a) observar y recordar el número de elementos solicitado (el objetivo); b) etiquetar cada elemento separado con una etiqueta numérica, y c) controlar y detener el proceso de separación. En otras palabras, se requiere almacenar el objetivo en la memoria de trabajo, un proceso de enumeración y, al mismo tiempo, ir comparando los números del proceso de enumeración con el número almacenado y detener este proceso cuando se llegan a igualar (Resnick y Ford, 1981). La regla de la cuenta cardinal ofrece al niño una razón para tomar nota del objetivo en la memoria de trabajo y constituye la base para detener el proceso de enumeración (Baroody y Mason, 1984). Por ejemplo, si se pide a un niño que separe tres lápices tiene que darse cuenta de que para realizar la tarea es importante recordar “tres” y que debe parar de contar lápices cuando llegue a la etiqueta “tres”.

 BIBLIOGRAFIA.