sábado, 12 de septiembre de 2015

TÉCNICAS DE CONTEO.


Técnicas de conteo: La composición Como se indicó antes el proceso de la composición se da unido a la evolución de los esquemas de conteo. Esto es, las distintas estrategias a través de las cuales el niño soluciona las tareas de composición están determinadas por el nivel de abstracción que él haya alcanzado en los esquemas de conteo. Así se pueden distinguir las siguientes estrategias básicas de conteo en este tipo de actividades:
Conteo uno a uno: en esta estrategia el niño, ante la exigencia de totalizar dos cantidades dadas, cuenta uno a uno los elementos de ambas colecciones, determinando que la última palabra número pronunciada es el resultado de la totalización pedida. Podría decirse que el niño que realiza este tipo de estrategia está en una etapa en la que no logra representarse una cantidad como un todo a partir del cual se puede reiniciar un nuevo conteo. Por esta razón para hallar el total debe contar uno a uno ambas cantidades.
Completar a partir de una de las cantidades dadas: en esta estrategia el niño toma como base una de las cantidades dadas y realiza un conteo completando la segunda cantidad a partir de la primera. Este conteo completando exige al niño el realizar un doble conteo: uno que le permitirá determinar el resultado final y el otro, que le dice cuando parar el primer conteo. Así por ejemplo, para determinar cuánto se completa al juntar dos colecciones de 4 y 5 caramelos el niño puede completar un conteo de cinco unidades a partir de 4, diciendo por ejemplo 5, 6, 7, 8, 9, en cuyo caso 5 significa uno más, 6 dos más, 7 tres más, 8 cuatro más y 9 cinco más, y por lo tanto 9 es el resultado.
Como puede notarse en el gráfico, el niño parará de contar cuando haya completado cinco ítems en el conteo 2. Ahora bien, según como se realice el segundo conteo se pueden tener diferentes niveles de abstracción, que van desde la necesidad de tener los cinco objetos para contarlos (conteo perceptual), pasando por la posibilidad de representarlos figuralmente, hasta que pueda ser llevado en la mente como ítems de conteo abstracto.
Totalización sin realizar el conteo: en este caso el niño logra realizar la totalización sin necesidad de recurrir al conteo. Esto quiere decir que el niño ya ha interiorizado dicha descomposición como un hecho numérico, al cual puede recurrir cada vez que lo necesite.
 Es de destacar que las anteriores estrategias no representan una estructuración jerárquica y creciente en el proceso de abstracción de la composición, sino que el niño, en función del contexto de la tarea, y del rango numérico de la misma, desarrollará una u otra. Esto es, se pueden encontrar niños que frente a una tarea procedan de una determinada forma, y en otra tarea lo hagan desarrollando estrategias de otro orden.
Técnicas de conteo: La descomposición
En la medida que el niño avanza en el trabajo de la composición, se le deben proponer actividades tendientes a la descomposición, la cual es su operación inversa. Por tal razón si la composición genera la suma, esta generará la resta.
La descomposición se da en actividades en las cuales a partir de una cantidad dada se deben hallar dos o más cantidades (no necesariamente iguales) tales que al juntarlas completen la cantidad dada. La descomposición se basa en la composición, y en la medida que el alumno construye estrategias para la composición de dos cantidades, también podrá desarrollar estrategias para la realización de la descomposición. 
Para que desde la descomposición se pueda generar la resta, se debe proponer actividades en las cuales el niño dada una cantidad y una de las partes deba hallar el otro, o actividades de sustraer una cantidad de otra. Las estrategias que el niño desarrolla para solucionar estas tareas son similares a las descritas anteriormente para la composición, en tanto que pueden ser de tipo perceptual, cuando el niño necesita de realizar la actividad física, de realizar la sustracción o el completar. En el caso de que el niño se pueda representar las cantidades a operar, puede ser que la tarea sea solucionada a partir de completar, en cuyo caso se trata de una composición, o puede ser que se realice la sustracción a través de un conteo descendente que determina el resultado final y un conteo ascendente interno que determina cuándo parar el conteo descendente. Por último, puede ser que el niño realice la operación sin necesidad de recurrir al conteo.
La descomposición es una herramienta muy útil cuando el niño se ve enfrentado a realizar la suma de dos o más cantidades. Por ejemplo para sumar 4 y 3 puede descomponer el 4 en 3 y 1, por lo que su suma se transforma en 3 + 3 + 1, la cual es más fácil de realizar. Igualmente sucede si se trata de cantidades de rangos más altos. En estos casos la herramienta economiza cálculos.


PRINCIPIOS DEL CONTEO

Principio de la correspondencia uno a uno
 La correspondencia uno a uno consiste en la asignación de una sola etiqueta o rótulo verbal a cada ítem de la colección. De esta manera, para contar la totalidad de sus elementos, es necesario que a cada uno de ellos se le asigne una sola palabra de la secuencia numérica convencional. Según los autores, así se establece la correspondencia término a término entre la serie ordenada de los números naturales y un conjunto determinado de elementos que forman una colección.
 Principio del orden estable
 A través de los ensayos de conteo las etiquetas o rótulos verbales deben ordenarse en la misma secuencia, es decir, el orden de las palabras dichas ha de ser el mismo y no se puede alterar. Es necesario que los niños aprendan la secuencia verbal de los números que ha sido convencionalizada por nuestra comunidad matemática y no modificarla a lo largo de las diferentes ensayos de conteo. Inicialmente las secuencias que el niño utiliza son aleatorias y poco a poco, con una práctica que requiere memorización y experiencias diversas, va aprendiendo la secuencia estandarizada, hasta que se vuelva fija e inmodificable.
 Principio de la irrelevancia del orden
 El orden que el niño utilice para contar los elementos de una colección no importa, es decir que los objetos pueden rotularse siguiendo cualquier orden, en tanto los otros principios del conteo no se violen. De esta manera cualquiera que sea el recorrido que el niño realice para contar, por donde se empiece o se termine, siempre obtendrá la misma cantidad.
Principio de abstracción
 Este principio le permite al niño saber que cualquier clase de objetos se puede juntar con el fin de contarlos. En un sentido más amplio “todo se puede contar”, y los niños utilizan criterios para organizar por si mismos los objetos en colecciones de objetos enumerables, es decir suceptibles de ser contados. Esta es la propiedad de selectividad que tienen las colecciones en general.
Principio de la cardinalidad
 La última etiquela o rótulo verbal utilizado en la secuencia durante el conteo, es el símbolo de ítems en la colección. Según los autores, cuando un niño ha terminado de contar y se le pregunta: “Cuántos hay?”, la respuesta a éste interrogante es una palabra-número con doble significado:
  Representa el nombre dado al último objeto contado.
 Nos informa sobre la cantidad de objetos que fueron contados.
 Una de las tesis sobre el desarrollo numérico temprano, en que Piaget y Gelman difieren, es con relación es a la comprensión que el niño tiene de las correspondencias uno a uno. Piaget, se centra en la compresión del niño, de la correspondencia uno a uno como una manera de evaluar la equivalencia numérica de las colecciones. Concluye que los niños preescolares no entienden la relación entre numerosidad y correspondencia uno a uno.
Gelman y Gallistel se centran en las apreciaciones de los niños de guardar los números en correspondencia con los objetos al contarlos y concluyen que los niños preescolares dominan éste aspecto del conteo y que por supuesto poseen conocimiento de la correspondencia uno a uno. Gelman especialmente propone que las dificultades de los niños con las tareas de conservación, descansan en la falta de acceso al conocimiento que está explícito en su conteo y en otros esquemas de acción, más que en la falta de conocimiento como Piaget sostiene.
Piaget no asigna importancia, ni significado al conteo inicial de los niños, argumentando que es producto de la memoria y no una reflexión significativa del niño sobre la construcción del número. Al mismo tiempo, muchos investigadores han argumentado que en las tareas de conservación propuestas por Piaget, subestima el conocimiento de los niños especialmente porque se le presentan muchas claves que lo llevan al error, por ejemplo, las claves tipo perceptual. La noción de que las dos colecciones tienen en mismo número y pueden ponerse en correspondencia uno a uno es central al concepto de la cardinalidad. Gelman y Gallistel atribuyen a los niños pequeños más conocimiento sobre la correspondencia uno a uno, que el que Piaget les atribuye. Ellos caracterizan éste conocimiento como algo que está encajado en esquemas de acción, especialmente esquemas de comparación y conteo.
 Existe sin embargo, una tercera posición que señala: los niños poseen más conocimiento matemático que lo que Piaget les atribuyó. Sin embargo, su conocimiento no parece estar relacionado con los esquemas de conteo y otros esquemas de acción. Una perspectiva desarrollista basada en la interconexión de procedimientos numéricos inicialmente separados pueden tener más potencial para dar cuenta de la mezcla de éstas fortalezas y limitaciones de las habilidades numéricas tempranas en el niño. A continuación se describen algunos de estos supuestos.

TÉCNICAS PARA CONTAR DE ARTURO BARODY.

En su mayor parte, la capacidad de contar se desarrolla jerárquicamente (Klahr y Wallace, 1973). Con la práctica, las técnicas para contar se van haciendo más automáticas y su ejecución requiere menos atención. Cuando una técnica ya puede ejecutarse con eficiencia, puede procesarse simultáneamente o integrarse con otras técnicas en la memoria de trabajo (a corto plazo) para formar una técnica aún más compleja (por ejemplo, Schaeffer, Eggleston y Scott, 1974). Consideremos qué se necesita para realizar la tarea aparentemente sencilla de determinar si un conjunto de nueve puntos es “más” o “menos” que otro de ocho. Realizar esta comparación entre magnitudes numéricas requiere la integración de cuatro técnicas.
En primer lugar, la técnica más básica es generar sistemáticamente los nombres de los números en el orden adecuado. A los dos años de edad, Alexi ya había empezado a dominar la serie numérica oral y, a veces, podía contar hasta 10 de uno en uno. Sin embargo, cuando se le pedía que contara objetos, aún no podía decir los números en el orden correcto de forma coherente. Por ejemplo, a veces no empezaba a contar desde “uno”. Hacia los tres años de edad, los niños suelen empezar a contar un conjunto a partir de “uno” y al empezar párvulos ya pueden usar la secuencia correcta para contar conjuntos de 10 elementos como mínimo (Fuson, Richards y Briars, 1982).
En segundo lugar, las palabras (etiquetas) de la secuencia numérica deben aplicarse una por una a cada objeto de un conjunto. La acción de contar objetos se denomina enumeración. Aunque Alexi podía generar la serie numérica hasta 10 correctamente, no podía enumerar un conjunto de nueve elementos, y ni siquiera de tres, porque todavía no había aprendido que debe aplicarse una, y sólo una, etiqueta a cada elemento de un conjunto. La enumeración es una técnica complicada porque el niño debe coordinar la verbalización de la serie numérica con el señalamiento de cada elemento de una colección para crear una correspondencia biunívoca entre las etiquetas y los objetos. Como los niños de cinco años pueden generar correctamente la serie numérica y señalar una vez cada uno de los elementos de una colección, pueden coordinar con eficacia las dos técnicas para ejecutar el acto complejo de la enumeración (al menos con conjuntos de hasta 10 elementos).

LA REGLA DEL VALOR CARDINAL: la última etiqueta numérica expresada durante el proceso de enumeración representa el número total de elementos en el conjunto. En otras palabras, un niño de cinco años puede resumir la serie “1, 2, 3,..., 9”, con “nueve” y la serie “1, 2, 3, ..., 8” con “ocho”. Como Alexi no podía ni enumerar conjuntos, no había descubierto que la última etiqueta de este proceso tiene un significado especial. A sus dos años de edad, Alexi todavía no asociaba la serie numérica con la definición de la cantidad de un conjunto.
En cuarto lugar, las tres técnicas acabadas de describir son indispensables para comprender que la posición en la secuencia define la magnitud. A los dos años de edad, los números no definían tamaños relativos para Alexi. Sin embargo, los niños pequeños llegan a aprender, tarde o temprano, que la serie numérica se asocia a una magnitud relativa. Aun los niños muy pequeños pueden realizar comparaciones gruesas entre magnitudes como “10 es más grande que 1”, quizá porque saben que el 10 viene mucho más tarde en la secuencia de enumeración. Hacia los cinco años, los niños pueden llegar a hacer con rapidez comparaciones precisas entre magnitudes de números seguidos como el 8 y el 9, porque están muy familiarizados con las relaciones de sucesión numérica (“cuando me pongo a contar, el 9 viene después del 8, así que el 9 es más grande”).
Por tanto, contar para determinar que un conjunto de nueve puntos es más que un conjunto de ocho no es, cognoscitivamente hablando, un acto trivial. Aunque los adultos pueden dar por sentadas las cuatro técnicas implicadas, éstas constituyen un reto intelectual imponente para los niños de dos años de edad. Cuando lleguen a los cinco años, la mayoría de los niños habrán dominado estas técnicas básicas y estarán listos para enfrentarse a nuevos desafíos.
 Algunos de ellos (sobre todo los que proceden de entornos con carencias, los que tienen lesiones cerebrales o los mentalmente atrasados) pueden no haber llegado a dominar estas técnicas básicas y necesitarán una atención especial. En lo que resta de capítulo se describirán con mayor detalle las cuatro técnicas básicas para contar y otras técnicas más elaboradas que se desarrollan durante las primeras etapas de la escolarización.

CONTAR ORALMENTE: A una edad tan corta como los dieciocho meses, los niños empiezan a contar oralmente de uno en uno (“1, 2, 3...”). La mayoría de los niños de dos años pueden contar “1, 2” pero luego empiezan a omitir términos (Fuson et al., 1982). Al principio, los niños pueden aprender partes de la serie numérica hasta 10 para unirlas más adelante. Por ejemplo, Alexi (hacia los veinte meses de edad) empezó a usar, de una manera regular, la serie “8, 9, 10”. Más adelante añadió “2, 3, 4” para hacer “2, 3, 4, 8, 9, 10”. Después añadió el 5 y el 6 y, finalmente, el 1 y el 7 para completar la serie hasta lo. A los veintiséis meses, Alexi añadió los números de dos cifras 19 y 20 y, muy poco después, insertaba la ristra “11, 12, 13” entre el 10 y el 19.

REGLA DEL VALOR CARDINAL. Al principio, los niños pueden no darse cuenta de que la enumeración sirve para numerar. Cuando se les pide que cuenten un conjunto, los niños se limitan a enumerarlo y esperan que esto, en sí mismo, satisfará al adulto (cosa que ocurre a veces). Si se les pregunta cuántos objetos acaban de contar, vuelven a enumerar todos los elementos del conjunto. Por ejemplo, ida, una niña de tres años de edad, enumeró cuatro estrellas (“1, 2, 3, 4”) sin hacer ningún intento serio de emplear o recordar la información. Cuando se le preguntó cuántas estrellas había acabado de contar, alzó los hombros y volvió a enumerarlas otra vez. Como la enumeración se contempla como un fin en sí misma y no como un medio para llegar a un fin, los niños muy pequeños pueden no llegar a comprender el sentido de preguntas como “¿Cuántos hay?”. Ni preocuparse de recordar los resultados de lo que han contado.

ENUMERACIÓN. Los niños deben aprender que contar objetos implica algo más que agitar un dedo señalando un conjunto o deslizarlo por encima de otro mientras pronuncian con rapidez la serie numérica. Aunque los niños pequeños aprenden con rapidez al menos la parte memorística de la serie numérica (véase, por ejemplo, Fuson y Hall, 1983) y no tienen problemas para señalar los objetos de uno en uno (Beckwith y Restle, 1966), coordinar estas dos técnicas para enumerar un conjunto no es una tarea fácil. En realidad, la enumeración (sobre todo de conjuntos con más de cuatro elementos) sólo llega a hacerse automática de una manera gradual (Beckwith y Reside, 1966; Gelman y Gallistel, 1978, y Schaeffer et al., 1974). Con colecciones grandes y, sobre todo, desordenadas, los niños tienen que aprender estrategias para llevar la cuenta de los elementos que han contado y los que no. Cuando los elementos se ponen en fila, hace falta poco esfuerzo para no perder la cuenta si se empieza desde uno de los extremos. Si la colección está colocada en círculo, el niño sólo necesita recordar el elemento por el que ha empezado a contar. Con distribuciones desordenadas, el niño debe recordar qué elementos ha etiquetado y cuáles quedan por etiquetar. Esto se ve facilitado por el empleo de un método sistemático (por ejemplo, contar de izquierda a derecha y de arriba abajo) o separando los elementos etiquetados de los no etiquetados. Fuson (en prensa) encontró que muchos de sus sujetos de párvulos no empleaban la estrategia de crear un montón aparte con los elementos ya contados.

COMPARACIÓN DE MAGNITUDES: Cuando tienen unos tres años de edad, los niños descubren que los términos para contar más altos se asocian a magnitudes superiores (Wagner y Walters, 1982). Así se dan cuenta de que “dos” no sólo sigue a “uno” sino que también representa una cantidad mayor. Hacia los 3 años y medio, los niños suelen apreciar que “tres” es mayor que “dos” (Shaeffer et al., 1974). Partiendo de estos datos, los niños de cerca de cuatro años de edad parecen descubrir una regla general: el término numérico que viene después en la secuencia significa “más” que el término de un número anterior. Aun antes de entrar en la escuela, los niños parecen usar su representación mental de la serie numérica para hacer comparaciones toscas, pero eficaces, entre magnitudes, es decir, para comparar con rapidez y exactitud dos números bastante separados entre sí dentro de la secuencia (por ejemplo, el 3 y el 9, o el 2 y el 8) (Resnick, 1983). A medida que la relación “el siguiente de” se va haciendo automática, los niños pueden llegar a ser capaces de hacer comparaciones entre magnitudes más próximas (entre números seguidos). En realidad, cuando la mayoría de los niños empiezan a asistir al parvulario ya pueden realizar con bastante precisión comparaciones entre números adyacentes hasta el 5 e incluso hasta el 10.

BIBLIOGRAFÍA.

“Pensamiento numérico del preescolar a la educación básica”- Gilberto Obando Zapata6 Norma L. Vásquez Lasprilla7.

“COMO COMPRENDE EL NÚMERO EL NIÑO”- Mariela Orozco Hormaza Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados en Psicología, Cognición y Cultura.



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